viernes, 24 de diciembre de 2010

CENA DE NAVIDAD (Relato)


Era poco más de las 7 de la noche cuando doña Rosa apagaba la estufa y llamaba a comer a sus hijos. Los tres hermanos veían la película Scrooged en el canal Request que pasaba los últimos estrenos de Hollywood. La madre los llamaba insistentemente: -¡A coooomeeeeer!. Apagaron la televisión y camino a la mesa mientras se repetían los diálogos de la película mientras reían. Pasaron por la sala donde el arbolito con sus luces titilantes les saludaba al pasar junto con el fulgor que emanaba del nacimiento les sacaba una sonrisa. Al llegar al comedor, la mesa tenía un mantel con una pascua estampada y las hojas repartidas alrededor. La frase de Feliz Navidad en el centro. Un par de candelas verde y roja estaban prendidas. Cuatro individuales con platos especiales para estas fiestas. Doña Rosa puso los últimos dos tamales en la mesa y regresó corriendo por los limones y el pan. Todos se sentaron a la mesa a degustar de la cena navideña. -Me faltó el ponche- dijo la señora. -Voy por él mamita-, dijo el mayor. -Qué ricos los tamales madre-, decían. ¿Hay más verdad?. -Sí mijito chulo, hay más-, respondía contenta.

Todos quedaron callados cuando la puerta del zaguán se abría. Oyeron la caída de unas llaves y luego el somatón de la puerta. Los tres hermanos hicieron cada uno su gesto de desapruebo. -A la puta-, susurró el mayor. Se recordó de aquella navidad cuando su papá entró borracho y estrelló la cara con el filo de la radiola. Tuvo que pasar esa navidad en el Hospital San Juan de Dios mientras le cosían 8 puntos en el pómulo.
El segundo puso su mano en la frente y la recorría con sus dedos. Recordó aquella vez que su papá se lo llevó cuando tenía 6 años a una cantina. Doña Rosa recorrió los antros de mala muerte que conocía hasta que pro fin, y a las tres de la mañana encontró al borracho dándose a golpes con otros de sus amigos bebedores mientras que en la banca de una esquina su hijo dormía mientras temblaba del frío. La madre aún contaba como fue aquel abrazo de alivio cuando el infante la vio. -Tengo hambre mamita llevame a la casa, por favor-, decía mientras lloraba inconsolable.

Doña Rosa se paró con aquel rostro patibulario. Abrió la puerta y dejó entrar a su marido cuyo aspecto indigente hizo que su entrada a la casa fuera el de un triunfo. El vaho de tres días de furia alcohólica se esparció por toda la casa como plaga medieval. La tensión creció. El hombre dió dos pasos y contempló la hermosa escena de una familia reunida disfrutando de la comida en la víspera de la navidad. Parpadeó tres veces y erutó, se dio la vuelta y caminó a su cuarto no sin antes meter un pie en el nacimiento. Destruyó una laguna que el hijo más pequeño había construído con un pedazo de vidrio. Todos los patos, gallinas becerros y pastores volaron por la sala como si hubiera caído una bomba atómica en aquella Belén ornamental.

El mayor se levantó de la mesa y se dirigió al teléfono. Marcó el número de don Julio González el doctor de la casa de rehabilitación "Hospital San Dionisio" que se ubicaba en la zona 3. La voz del hermano mayor se escuchaba entre uno que otro cuete, petardo o mortero que explotaba en la calle previo a las 12. -Hola Don Julio, aquí le saluda Guillermo. -¿Qué tal uste, cómo está? Feliz Navidad, respondió. En la mesa los dos hermanos pudieron escuchar los deseos de Don Julio.
-Para contarle que llegamos mañana con mi papá. - Si hombre como no, no tenga pena. Yo estoy de turno y aquí los esperamos. No se pueden pasar las fiestas tranquilas verdá uste?, Cómo jode la gente-, le dijo como consuelo. -Mañana véngase y para año nuevo lo tenémos curado, no tenga pena. -Gracias, contestó Guillermo y colgó. Regresó a la mesa y le dijo a su mamá: -Ya mamá, ya está arreglado. -Terminemos de comer, contestó doña Rosa.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Y yo creyendo que mis navidades habían sido una shit

Prado dijo...

Patada en los huevos a santa clos. Es un vergazo tu texto.

Anónima dijo...

:(