jueves, 25 de noviembre de 2010

MILES DAVIS KIND OF BLUE DESDE LA IGNORANCIA DEL GÉNERO


Es exhausto hablar solo de rock. Qué el mejor éste, que el mejor aquel. Y más cansa tener casi siempre la razón. Claro el 99% de las veces. Vamos, que no lo sé todo. Y es cierto, no sé nada de Jazz. De hecho cuando es de mentalizarme a escuchar no encuentro el nervio para soportarlo. Creo que hay un tipo de jazz para cada uno. No aguanto el latino, no sé por qué. No es ìntimo, tiene mucho metal y su alegría me aturde. O talvéz porque... no he encontrado uno que me cautive. O, de plano mi alma es de un viejo acabado que bebe sentado a la luz de una vela en una cantina que no tiene luz. Llorando de orgullo. Ahogando alaridos. Cauterizando heridas injustas. Simplemente no lo sé.

A lo mejor es por la injusticia de las cosas. Es el efecto de la canción Blue In Green. Sentado con los últimos atisbos de memoria añorando una sombra a la que intento asirme y recordar que alguna vez viví con todas las fuerzas aunque sea para arder en el fondo del océano.

Mi acercamiento a Kind of Blue fue puramente sensorial. Sin ningún sentido de conocimiento sobre Miles, es pura, virgen y blanca ignorancia. Necesitaba huír de mi mismo para encontrarme. Obligarme a delirar con ojos llorozos, patear los últimos pedazos de vida mientras arrastro los pies. Celebrar sus 50 primaveras, -cumplidas el año pasado- de aniversario.

So what: Empieza con pura improvisación. Esta canción parece una caminata edificante. Vagar en vintage con un brazo entrelazado con ella. Sin ningún rumbo. Desorbitado y embriagado de tanta simpleza. Conversar sobre la nimiedad y disfrutar por la pura gana de estar. Sonreir para ser un gran idiota. Fácilmente se puede dejar llevar en este universo de 9 minutos y 25 segundos. Mucho que hacer. Miles recorre estados cotidianos con su trompeta y locura. Él delira más que yo. Me quedo corto.



Freddie Freeloader: El piano lleva las riendas. Parece que voy a entrar a un club de Jazz. Las notas encantan. Puede existir algo tan simple como disfrutar sin tortura. Es decir, placer sin dolor. Puro hedonismo sin karmas negativos. Sin nadie que te cante y te diga cómo sentir. Solo con instrumentos para proyectar sentimientos. Allá cada quien con su imaginación. Increíble saxofón. Lo que me he perdido. Excelente cueva.



Me salto Blue In Green. Ya está. O talvéz es para enamorar... A veces peco de iluso.



All Blues: Casi todo lo es. Un viaje hacia algún lado, cualquiera. Anima un comienzo. El olvido como gin-tonic. Salud. Muchas dimensiones tiene este disco. Es música de fondo que relaja pero si lo escuchás cuidadosamente y diseccionas la melodía, te afecta hasta la médula. Mi imagen es ir en un tren, contemplando la eternidad por la ventana. Sin porqués ni reproches. Solo, en un sempiterno y embelesado nistagmo retinal de horizontes que abrazan.



Flamenco Sketches: Relajada. Parece el retorno a casa. Un regreso con un par de vivencias y besos robados. De sonrisas idiotas e incomprensibles. Que al contarlas nadie las cree y cuyo final termina con encogimiento de hombros, mordida de labio inferior, levantamiento de cejas; y para completar la mueca una inclinación de 5 grados de la cabeza. Te reto a que me creas.



Kind of Blue es un viaje cuyo retorno es injusto. No se puede vivir en un disco, pero Kind of Blue es el mejor éxodo-odisea-escape que nunca se olvida. Volver a poner el disco es recordar algo que no existió pero que nuestra alma lo hace real. Convertirse en otra persona. Todos nos mentimos. Y al final a ¿quién le importa?.

jueves, 11 de noviembre de 2010

UNA CAGADA DE GLORIA (Relato)

A eso de las tres de la tarde me daban unas ganas fastidiosas de ir a cagar. Pero era jodido. Jodido porque el baño de la oficina no tenía pasadores. Ni siquiera se podía sujetar la puerta con el pie para evitar que cualquier hijodeputa, la abriera solo para joderte y, gracias al susto cortara el cerote que, a duras penas, se asomaba por la vergüenza de ser sorprendido infraganti. Era una mierda. Pobrecito el cerote, digo. Lo paría uno como si cagar fuera culpa casi como un niño no deseado y luego lo abandonas a su suerte (tipo Moisés). Lo expulsás con tal desprecio debido a las prisas que, sin quererlo, podías causarle un esguince al esfinter. Además, era pizado porque, sí ya te habías resignado a evacuar en ese baño maloliente y te decidías a soltar la pedorrera previo a la cagada, en ese momento, en ese puto momento, entraba algún cabrón a lavarse las manos. Puuuta y el pobre intestino sufría de varias epilepsias… porque qué huevos que supieran que el pobre cerote que cagaba está malo del estómago. Inició pues, la búsqueda de un lugar limpio, ventilado y con cerraduras para poder cagar a gusto; casi se convirtió en una misión.

En la hora de la comida y antes de engullir como cavernícola, me tenía que lavar las manos. Pregunté a uno de los despachadores de los restaurantes del segundo piso, dónde podía lavarme y fue entonces cuando se abrieron las puertas del cielo. Sucede que a los trabajadores les dan una llave para que puedan acicalarse, evacuar sólidos y fluidos en un baño que, técnicamente, debería ser usado por todos. Pero la administración tenía la regla que era exclusivamente para ellos. Si los dependientes te veían con cara de desesperado te decían –No, joven no se puede- y no te daban la llave. Había que correr a la oficina esperar que no hubiera nadie para que no te chingaran o tener la suerte de que si les caías bien a los cuates, te la prestaran. Un día tuve la suerte que me la dieron. Los escusados rechinaban de blancura. Al ver esos baños tan limpios, preferí cagar en vez de comer. Era tal el delirio de la evacuación tan cómodamente que hasta soñaba con que una linda edecán de manos suaves se acercara a tu puerta y te decirte: -Buenas tardes joven, por favor, me permite limpiarlo?. Le informo que tenemos una gran variedad de talcos y aceites? A su izquierda tiene papel con doble protección y olor a fresa. Le comento que si sufre de estreñimiento tenemos disponible a nuestra especialista en masaje intestinal. Esa vez, salí realizado. Pensé que me había sentado en las rodillas de Dios porque la cagada fue milagrosa. Yo guardé ese secreto. No les dije a mis compañeros. No es agradable compartir asientos calientes o tibios con alguien que conocés. No sé, hay una complicidad incómoda que cuando se cruzan miradas por encima de los cubículos en las oficinas causa culpa y un poco de asco. Digo, es muy probable que en la vida se intercambien mujeres pero es remoto o casi imposible que uno se entere, pero el asiento del baño.. uff, por favor. De todas formas cada quien encontró esos baños como Indiana Jones cuando encontró el Santo Grial.

Un día de tantos, quitaron la estúpida regla y todos podían cagar a la hora que quisieran. Una vez bajé al segundo. Y para mi suerte uno de los dos baños estaba desocupado. El asiento estaba frío, o sea que todo bien. Le pasé un pedazo de papel a la orilla del escusado y dígome: -a cagar. Al poco tiempo entró un pobre cabrón que nos hizo tiempo al lavarse las manos primero (¿Quièn hace eso antes de...? -me dije) y como no salíamos -y que clavo esperar-, se fue con el intestino hecho un nudo. Después entró otro cuate, era de la oficina. Lo sabía porque conocía los zapatos. –Pobre cerote- me dije –ahora que se aguante. El cagador de al lado, dió por terminada su faena intestinal y haló la cadena. Al salir: ¿Qué onda Oscarito?¿Qué onda Edwin? Y las respectivas risas. -Pasá adelante vos. No pude evitar cárgame de la risa y claro, me oyeron. ¿Qué putas Rey? -¿Vos también estás aquí? -Sí cerote- contesté. Al fin terminè y salí. Me lavé las manos, obvio. En eso entró Alex. ¿Qué onda Allan? -Aquí vos firmando el depósito-, contesté riéndome. -Pasá adelante, -ledije-, el izquierdo está desocupado. Mirá, te dejé caliente el asiento. Por cierto, si querés platicar ahí está Edwin. Y en el fondo se escuchó -Pasá adelante chavo. -Órale gracias- dijo Alex. -Qué todo les salga bien jóvenes, dije y me fui.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

EN DEUDA CON CALAMARO


Le debo muchas cosas a Calamaro. Decirle que Te quiero Igual fue una canción que me hizo estallar el corazón. Que después tomó los pedazos que sobraban y los estrelló en la pared dejando una herrumbrosa huella de mis sentimientos. También que flaca aquella, que flaca la otra. Que Tuyo Siempre es una canción que no se puede cantar solo. Que se necesitan de los amigos para cantarla y romperte el alma, juntos.

Pero más le debo y perdón el ejercicio de soberbia, una crónica del concierto. Cuando pregunto es todo encapsulado en un adjetivo. Y más rabia me da no poderle premiar con un regalo de vivencia de cronista como una forma de pago que servirá, con el tiempo, de un testimonio escrito de su presentación aquí en Guatemala.

La maldita gripe y los quebrantos de salud me robaron ese gusto de disfrutar al divino. Una muerte en vida fue leer los mensajes en fesibuc de cuando el concierto iba a empezar. Ver a casi todos mis amigos unidos, escuchando misa y las palabras del gran redentor que es Andrés.

Me dicen y me cuentan casi como profecía bìblica y como consuelo de enfermo terminal que el milagro se dará y que Andrés volverá. Aquí estaré yo a la espera y con las puntas de los dedos afiladas.

Este ejercicio masoquista no se me quitará hasta que vuelva. Salve Salmón.