lunes, 2 de marzo de 2009

A SANARATE: BUSCANDO A MI PAPÁ II PARTE


Ver parte 1. De los tres, el que más costaste fuiste vos, aunque con Guty (el mayor) fue una cesaria horrible, me decía aún aflijida y pasándose las manos por la cara. Cierto, ese galeno le hizo unos cortes de pavo al abdomen de mi mamá que le daba mucha vergüenza ponerse bikini en la playa. Tenía 24 años cuando tuvo su primer hijo y tenía 40 años cuando nací. La madrugada del 28 de julio del 1975me encontraba en los quehaceres fetales de rutina sentado en el vientre y sin la preocupación de nacer mucho menos si estaba colocado en posición de salir. Pensaba volver a jugar con el líquido amniótico hacer unas burbujas para que le salieran una flatulencias a mi madre, porque se escucha divertido, y realizar actividades recreativas como contar cuantas cuartas tiene el cordón umbilical, si mis dedos estaban cabales o jugar tenta pajarito... Hey soy un feto.

Quién iba a pensar que ése sería el día. Para asegurarse que todo iba a salir bien, mi papá que es doctor recorrió el vientre con su mano y le dijo a mi mamá que estaba mal colocado; estaba sentado, tenía la cabeza para arriba. Con una maniobra extraña que solo los doctores y las parteras saben, logró encontrarme mi cabeza y esperó cada contracción para colocarme con vista al sur y, así, poder salir. Era tedioso pero dos vidas estaban en juego. Cada contracción me movía y me movía y me movía, una y otra vez… y otra vez. Las contracciones llegaban a la hora que le daban la gana. Ni siquiera pudo ir al baño en casi 4 horas. Así pasó una hora mientras me movía. Mi madre sufría tremendamente cada contracción… ¿y si se enreda en el cordón? ¿y si le pasa algo?… ¿y si no nace?… ¿y si se muere?. -Tranquila, le decía mi papá. Aquí lo voy a poner. Allí viene otra contracción… y el grito de ella… Ya lo moví, viste… allí va.

El Doctor tenía un dolor de rodillas bárbaro para la segunda hora. Era fin de semana y mi papá estaba en la casa, no se fue a Sanarate porque ya presentía mi llegada. Para ese entonces era director del centro de Salud aquel municipio y era el hombre más respetado por encima del alcalde. Otra Fito… va aguantá –le decía mi papá-. Allí va, viste… tranquila, no te preocupés. Para las 4 de la mañana, me había movido 10 centímetros en el sentido de las agujas de reloj. La espera fue agónica. Si mi padre no se hubiera quedado yo no hubiera existido. Bizarro concepto. Morir sin darte cuenta. ¿Cuál es la diferencia?. No existe la conciencia como tal. ¿Qué es eso de no existir? ¿Alguien me hubiera extrañado, sin conocerme? ¿Qué significa borrar una vida? ¿Dónde se restablece el equilibrio o habrá tal cosa como la reencarnación… ¿Dónde hubiera nacido?… ¿sería yo?, ¿me extrañarían?

Soy producto de un juramento hipocrático y del amor de un padre y una madre. Fue la única vez que estuvimos tan unidos por una travesura mía que no sería la última. Mi padre seguía moviéndome. Sudaba profusamente. Sus rodillas ya estaban entumecidas y no podía quitar las manos del vientre de mi madre, si me soltaba me iba a jugar con el cordón y que me busque en la guía telefónica. Para las 5:30 de la mañana y a tres contracciones de colocarme hacia el camino correcto, le dijo a mi hermano mayor que llamara a la ambulancia del hospital el Pilar y que hiciera otra llamada con el ginecólogo de mi mamá, el doctor Bregni para informarle que podían haber problemas con el parto; decile que se preparen para operar. Unos 20 minutos después llegó la ambulancia a la casa.

Los enfermeros le preguntaron a mi padre: ¿Cuál es el problema?. Ninguno, -dijo-, ya está colocado. -Vámonos al Pilar. La cargaron y se la llevaron a las 6 de la mañana. Continuará.

4 comentarios:

Seletenango dijo...

fuaaaaa señor...lo comprendo toooodo

Gabriel Arana Fuentes dijo...

ala gran vos q buena memoria tenes jajajajajaj

Wendy García Ortiz dijo...

Qué divertida la imagen del "tenta pajarito".

;o)

David Lepe dijo...

Vamos Allan... ahí vamos acompañándote en este tu viaje, aunque sea un poco de lejos.