miércoles, 3 de septiembre de 2008
El Transportista
Salí corriendo del colegio a las 5 de la tarde para tomar una 20 unión, de esas que estaban pintadas de azul y blanco que recorría toda la 4ª calle para bajarme en la 4ª avenida donde pasa la 1 que es la camioneta que me lleva a mi casa. Me esperaba un vaso de leche con chocolate y la tele. Al menos ése era el plan.
Todo el viaje era divertido. Siempre aprovechaba la oportunidad de sentarme atrás del piloto e imitar sus movimientos detrás del volante. Y era alegre cuando llevaba una pequeña sombrilla que, sin excepción, me daba mi mamá cuando era temporada lluviosa porque así la usaba como palanca de velocidades. Era tal la obsesión con la manejada que no me importaba el desprecio de otros compañeros del aula cuando les confesé lo que quería ser de grande. ¿Vos querés ser camionetero?. No, le contesté. Quiero ser… transportista.
Esa tarde quería llegar rápido a mi casa para ver Mazinger Z y por suerte el piloto era de esos que iban de volando por la zona 1, tomando atajos, no haciendo paradas, gritándole a la gente para que se apurara. Y es que era muy importante. Había que saber qué pasaba con el varón Ashler, si se moría o no?
Como si fuera a recibir herencia, la 1 de orden 110 marca Rosmo, Mercedes Benz, enfiló la 12 avenida y en cosa de 8 ó 9 minutos llegó a la Guardia de Honor para tomar el cruce hacia la zona 15. Bajó la hondonada y pasando por la tienda San Antonio una persona halaba insistentemente el cordón del timbre, pero el chofer no le hizo caso por ser un inútil borrachín que se había colado por atrás del bus. Yo no me dí cuenta de ello y solo advertí de su presencia cuando le reclamó con golpes al chofer del porqué no hizo la parada. El “pishtón” que era un tipo de esos indígenas robustos, paró la camioneta y le contestó fuertemente. Nunca había sentido tanto miedo, y como pude, agarré mi bolsón y salí disparado por la puerta de atrás junto con otra señora y a lo lejos seguían los gritos y las trompadas que intercambiaban.
Oí el trancazo que puso punto y final a la pelea. Después silencio. Sonó el crujir de una sandía. La camioneta salió disparada sin ningún pasajero y me rebasó mientras seguía corriendo. Volteé y alcancé a ver el cuerpo del bolito que yacía en la banqueta con sangre esparcida sobre el borde. Llegué a mi casa corriendo exhausto y muerto del miedo. Le conté entrecortadamente a la muchacha lo que había pasado pero no me puso mucha atención. “Estos patojos de ahora” pensó. Al poco tiempo llegó mi mamá y le conté lo que había pasado y con el mismo resultado, pero pensó como dándose una explicación: “a lo mejor por eso sonaban tantas ambulancias”.
A pesar del susto logré ver Mazinger y tomándome un vaso de leche con chocolate Milo, el tema quedó olvidado. Días después llegaron unos familiares del bolito a preguntarme cómo había pasado todo. Con miedo y sudando les conté con lujo de detalles todo el incidente y no supe más.
Con el paso de los días pensé, mejor manejaré aquí en la casa para evitarme problemas. Así que agarré una panera como timón, unos ganchos para poner abrigos y les coloqué unos zapatos para simular el cluth, el freno y la velocidad. Convertí una bota en mi caja de velocidades junto con una sombrilla y me monté al sofá. Salí con esta 1 rumbo al hipódromo a recoger gente y llegando al final de la ruta el inspector firmó mi boleta con los tickets que había vendido.
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6 comentarios:
mi gordo !!!
Yo con lo que fantaseaba con el mismo ímpetu era con la Fuerza G... soñaba darle riata a los pisados con ínfulas de chafas que q se las llevaban de Rambo cuando eran los putos ensayos pa las marchas del maltido 15 de sept.
Además de eso, a la fecha sueño aún con construir edificios.
Simplemente fabuloso vos! Excelente crónica, tierna, acción, sangre, muerte, esperanza. Parece guión para lica.
jajaja interesante la verdad. Me gustó el cuento basado en hechos reales. Como siempre el señor Allan Martínez hace de las suyas.
Que buena historia, tiene de todo sobretodo lo que mas me gusta, realidad y ternura! Bien amigo!!!
Buen rollo Allan. Tan real y urbano.
El Verde: Yo también soñaba con convertirme en Hulk y deshacer toda Guate... bueno ni modo todavía sigue parada esta babosada y yo solo me pongo verde de la cólera.
Jp: Gracias por el concepto amigo. Lo pensaré más en desarrollarla.
LuisRo: Gracias amigo se hace lo que se puede
Issa: Gracias amiga por tus ánimos. Me llegás.
El aguafiestas: Gracias amigo. Saludos.
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