lunes, 7 de marzo de 2011

LOS QUE BUSCAMOS (Relato)


Entré al restaurante y me senté. Ella, se notaba muy contenta. Ya no veía el momento de verle. Resplandecía un fulgor de enamorada como de atardecer. No cabía en su lugar, era un vaivén contagioso de risas nerviosas. Levantaba sus pies y daba pequeños aplausos con las puntas del zapato. Acababa de llegar. Una de las meseras le dio un menú y le devolvió un gracias celestial como si ensayarapara decírselo. Como para contestarle cualquier cosa con una ternura angelical casi. Contemplarlo con sus pupilas, conmoverse y definir el amor en aquel hombre. Mientras tanto miraba y miraba por la ventana. Estaba sentada en la esquina del restaurante donde se podía ver a cada carro que entraba, se estacionara o que pedía en el autoservicio. Pude ver, al entrar, que hasta un periódico que colocó frente a ella. También lo estaba esperando a él. Decía "Buenos días" inmerecidos a todos. Nos invitaba a su felicidad, a ser testigos del verdadero amor. Se le veía desde muy lejos. Como el fulgor explayado en una mancha de bruma y rayos de sol partidos por nubes mientras el astro se ahoga en el mar de algún abril.

Me senté a su par. El "Buenos días" que me dió me recordó algunas admiraciones y pleitesías inmerecidas que ya había olvidado. Una mesera se me acercó:-¿Ya lo atendieron?, -No- contesté. ¿Quiere un menú?. -No, ya sé lo que quiero-. -Ya vuelvo con su orden. Me froté las manos y a esperar. Quería un café amargo inmediatamente.

De pronto sonó el celular. Sonrió y contestó -¿Ya viene?-. El mundo se detuvo. En su rostro se podía ver la luz que explotaba previo al desmoronamiento de su felicidad. El fulgor de amor de playa aquel, desapareció. Se podían ver aquellas columnas idealizadas de amor eterno que se hacían polvo antes de caer. Un huracán se llevó inclemente todos sus sueños aquel domingo. -¿Hasta la otra semana entonces?, dijo ella. -Está bien, entonces nos llamamos-. Un -Que esté bien-, dejó ir al ausente. Y entonces la mortalidad.

-¿Qué le sirvo señorita?, dijo la mesera. -Sólo para una persona nada más, señorita-, le contestó. -Ya se lo traigo-, dijo. Todo se esfumó. Todo. Ella se volvió, así nada más, en nadie, en cualquiera, en los que seguimos buscando. Tragué como pude aquel desayuno. Ella miraba por la ventana, seguía esperando, añorando la llegada de él. Volvió su vista y contempló a una pareja. Yo seguí su mirada. Los novios estaban agarrados de la mano. Reían, se disfrutaban. Contemplamos un universo. Puso su cabeza entre sus manos. Pagué y me fui.

2 comentarios:

David Lepe dijo...

no había leído este relato. está bien chilero compadre.

Allan Martínez dijo...

Thanx man. Orale