lunes, 4 de octubre de 2010

LAS MARIMBAS DEL INFIERNO: BRILLANTE RETRATO MARGINAL


Sentarse en la butaca del cine, sólo con la premisa que se estará presenciando un ensamble de marimba y heavy metal es suficiente para despertar la curiosidad de cualquiera. Por absurdo que parezca Las Marimbas del Infierno empieza con el testimonio crudo y desolador de don Alfonso que nos cuenta cómo tuvo que evacuar a su familia luego de las extorsiones que sufren por un grupo de mareros. Don Alfonso nos cuenta su amor por el instrumento y su apego con la música.

Este documental-ficción empieza con esta historia real, para meternos a una realidad paralela. No pensemos que la explicación del primer letrero negro donde el director Julio Hernández Cordón nos hace una introducción del personaje es por pura necedad suya o ataque narcisista. Al contrario es para ubicarnos.

Don Alfonso empieza a buscar trabajo arrastrando su marimba por toda la ciudad, practicando y con la pena de enfrentarse con antiguos "amigos" del conjunto que tenía, porque ya no los llama para un toque.

Blacko, otro marginal bateriísta de Guerreros del Metal, el grupo satánico, muy famoso en la escena guatemalteca (esto sí es verdad) conoce a don Alfonso por el Chiquilín. Los tres personajes se dedican entonces a ver cómo diablos le hacen para ganar dinero.

Uno de los grandes logros de la película y eso parte de la creatividad del director, es sugerirles a estos personajes de la vida real a que se interpreten ellos mismos mientras se les dan varias situaciones en las que ellos deben de actuar de acuerdo a sus propios valores por lo que nos sumergimos en una gran autenticidad y honestidad que transmite el film. ¿Quién necesita actores?

La absurda combinación nos regala momentos inolvidables e intensos. Voy a mencionar dos por pura gana por lo que sugiero al lector no seguir si no quiere saber más de la película. El primero es la escena donde Don Alfonso toca la canción Lágrimas de Telma. La cámara contempla al Chiquilín mientras la música le despierta un desgarrador impulso por llorar. La escena te deja impávido. La segunda escena es cuando Don Alfonso contempla al conjunto profesional de marimba en la única audición que tiene el grupo. Es ese suspiro aspiracional. La nostalgia de lo que nunca pasó.

Hay otro par de escenas que menciono someramente, porque poseen un rico sabor genético chapín en los gestores culturales: el escultor de mármol y el escritor "Playeras". Es típica la labor de estos burócratas, dentro de la película, aclaro, donde intentan ayudar al conjunto. Los diálogos son simplemente absurdos, estúpidos y cómicos. Me recordó el otro diálogo de Sergio Valdéz en el corto de Chofo Espinoza "Prohibido cortar flores" donde Valdéz con ese humor ácido nos cuenta su opinión de la poesía nacional y los poetas en un taller de poesía que él dirige.

El lenguaje de Hernández es ya de un director diestro. Sabe cuándo contemplar, sabe cuando apresurar el momento y sabe cuando dejarnos respirar para meternos en la mente de los personajes. Eso es de agradecer porque nos deja ser cómplices de este teatro cinematográfico.

La actuación de Chiquilín de un ladronzuelo y pegamentero, que dicen que en la vida real es así como es, es la gran sorpresa. Por momentos se carga la película a los hombros sin que nos demos cuenta y es que también su historia atrae mucho.

Hay muy poco o casi nada malo qué decir de la película. Solo nos queda sentarnos a contemplar y ver una historia de chapines para chapines. Un brillante retrato marginal.

1 comentario:

David Lepe dijo...

brillante esta película