miércoles, 13 de octubre de 2010

FUIMOS HÉROES (relato primera parte)

Él era el que mandaba en la colonia, al menos así lo veíamos todos. El habilidoso de fútbol. Era hipnotizante verle su dominio de balón. 120, 121, 122, "tecniquitas". Nosotros a duras penas 10 o 15, a veces 5, en mi caso. El chito, fue su mejor amigo y cómplice. Enfrente de su casa se desafiaban; muy entretenido. Nos gustaba el "fut". Recuerdo el primer reto. "Venite a jugar con nosotros, -decía frente a su manada de amigos lobeznos-, si tu hermano tiene huevos, vos también, ¿o qué, no te salen pelos en los huevos todavía?", y se reía. Mostraba todos los dientes de arriba desordenados como una fila soldados ebrios. Los lentes negros y el pelo fino como cebolla. Caminaba encorvado. Le decían "el muerto", "Enéas" -por benitín-, "El Masurcas"; por una casa de putas, ah, y cuando llegó la pubertad: el LSD, ése era su nombre científico: "Látigo del Servicio Doméstico".

Se destacaba por ser un aplanador de calles. Su físico era privilegiado para alguien de 15 años. Para el fútbol no había quien lo detuviera con esa gambeta envidiable. Lo sabía bien. Además era un abusador. Humillaba con golpes, hombría y su famosa "moraleja" -El que tenga huevos que se los proteja-, y va el golpe a los testículos. Al que no acertara, le pegaba una patada en las piernas. Los más débiles eran su deleite. En los partidos de fut, frente al parque, sus entradas eran duras. El Beto pegaba, hacía planchas, marcaba las faltas que le hacían pero no sacaba tarjetas, al contrario, te verguiaba y después se reía. Todos nos quedábamos estupefactos, después corría y "fusilaba" al portero para celebrar el gol. Al tipo había que destruirlo con su propia habilidad para hacer que te respetara. Yo lo observaba fijamente. Me decidí a hacerme respetar. Y aunque no podía por ser un frágil, de 13 años con 1 metro 65 de altura con un par de tobillos que me recordaban a cada paso que crecía lo que siempre me impidió ser perfecto, ser "betoperfecto". Como mi inteligencia me impedía ser malo, lo único que podía hacer era intentar ponerme a su par.

Mi osadía empezó mientras estaba parado frente a él con un pie sobre el balón haciendo un nervioso vaivén. Ah me estás retando? me dijo mientras lo miraba fijamente. Me gustaría decir que tragué saliva y sudé pero nunca me rindo aunque sabía a que me metía, al final podría ser respeto y elevar mi categoria de perdedor y salir con algún raspón o una patada feroz. El Beto me vió tan desafiante que sin pensarlo se me empujó y me quitó la pelota. Perro, me dije y enfurecí mientras reía.

Salí a perseguirlo y túnel tras túnel me humillaba. A veces me la pasaba a un lado. -¿Y no que muy brincón pues?. Ishto cerote. -Hijo de puta, dije a mis adentros. Continuará...

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