lunes, 15 de febrero de 2010

MISÓGINO EN POTENCIA (Relato)

Desperté. Desperté de una gran noche. Me perdí tanto en el sueño que ahora, no siento mi cuerpo. Después de 10 horas, el día será simple y habría más. Hoy es el día que saldremos con ella. Desde hace mucho que quería verla, escucharla y sentir su proximidad. Recorrer, con mis ojos fulgurantes, su silueta y después contemplar su alma.

-Levantate ya, porque me tenés que ir a dejar temprano-, replicó mi madre con un tono de que todo es para ayer y sos un lento e inútil. Decidí levantarme rápido. Había inspiración. Y hoy podría aguantar cierta cantidad de abuso porque esa invitación a salir, que siempre fue muy esperada se concretaría. Así que hice todo de acuerdo a las órdenes de mi madre pero no quedé bien. A veces todo no es suficiente. El tráfico hizo de las suyas y llegamos tarde. Me cayó un baño de azufre de reclamos por parte de mi madre. En fin, que todo sea por verla a ella, mi esperada cita, hoy en la tarde. Así que inicié la ruta hacia mi lugar de trabajo con una sonrisa estúpida estampada. Iba cantando la canción de los Pitufos cuando comienzan su jornada diaria.

Me senté a trabajar y empezó una plática entre compañeros de trabajo. -Te vas a Francia?, le dijo mi compañero. -Sí, -contestó ella presumiendo- 1 año, todo pagado a estudiar una maestría. Y mi novio también se va a estudiar a Europa, pero él va a Alemania. Y como siempre lancé mi comentario mala taza: -Ah, bueno. Por lo menos van a tener sus visitas conyugales mensuales, dije y me reí. Mi compañero también estalló en risa. Ella se levantó y salió diciendo: -ustedes son unos patanes. No sé ni por qué les hablo- dije, -qué sentida.

Salí de la oficina a pedir unos datos para un reporte y en mi recorrido iba recordando mi primera conversación con ella. En su sonrisa, sus manos, y con la pinche curiosidad de saber cómo besa. Me detuve a ver un partido de voleibol. Un violento remate acabó con el set y … -Estúpido- me dice, aventándome mientras el café de la impertinente caía en mi pantalón. ¿Qué diablos le pasa si estoy aquí parado? Usted fue la que no me vió. Y como si me retara dice -Ahora me paga mi café. –Tres le voy a pagar, le contesté como 11 mil diablos. Mejor me fui. –Imbécil- alcancé a escuchar. Puta madre qué suerte más cerota la de hoy. Tendré que volver a casa a cambiarme.

Regresé, y para mi suerte mi madre no estaba. Así que me cambié y cuando iba de salida llegó mi mamá. –¿Qué te pasó?- preguntó. –Me tiraron café en el pantalón.Y ahora voy a tener que lavar dos veces, como a vos no te cuesta nada y ni lavás tus calzoncillos cagados. –¿Qué diablos te pasa? Fue un accidente. ¡A la puta!, dije y mejor huí, si no la cosa se pondría peor.

Me cae un mensajito al teléfono. –¿Qué le parece cena y película para hoy en la noche?. Estacioné mi carro y la llamé. –Excelente me parece. Nos pusimos de acuerdo para el lugar y la película que íbamos a ver. Siempre terminando la conversación con esos coqueteos emocionantes. Colgué. ¡Siiiii! Grité y levanté mi puño al cielo como Rocky. A punto de mi baile estaba cuando venía una chava de la oficina que había sido mi interés amoroso hace 5 meses y a la que, estúpidamente, le había expresado mis sentimientos y, claro, me rechazó. Esos momentos tan incómodos. Si algo me cae mal es besar y que la otra persona solo levante la mejilla y ni me besen, y ella lo hizo. Pero me peló. Al fin y al cabo, ya no vale mayor cosa para mí. Y para ella yo soy menos que un conocido; y así son las cosas. -Que te vaya bien y me fui aliviado. Regresé y mi compañera de oficina tenía hinchado el hocico de enojada.

Era las 4:30 PM cuando la llamada. Como si te avisaran que alguien murió. Era ella. -Me dirá que me está esperando, -pensé mientras veía mi celular y su nombre iluminaba mi horizonte- o, que ya no aguanta las ganas de verme,- pensé. Así que le contesté. -Sí, aló. ¿Cómo está corazón? -Un poco mal –me contesta con una voz de caverna- Fíjese que tengo migraña y no voy a poder llegar. ¿Me perdona?Sí claro, no tenga pena que siga mejor y la llamo más tarde, -le dije con tono preocupado y ya como la gran puta. Colgué y empezó la sarta de preguntas. Simplemente no entiendo. ¿Para qué diablos tanta carreta, si al final ya no vamos a salir? -¡Qué loca!. Qué rollo esa chava. Con todo en los suelos regresé a mi casa. Entré mi carro al parqueo. Y me encerré. No quería ni ver a mamá. Gracias a Dios no me habló en el resto de la noche. Un par de horas después me conecté a Internet y entré a Facebook. Me metí a su perfil para saber qué le había pasado. Si había algún mensaje que le deseara feliz recuperación, pero no. No pude entrar a su perfil. Me borró.

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