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Pobres viejos. Sentados en bancas y sillas, nuevas desde hace 10 o 15 años. Esperando una consulta programada cada 9 o 10 meses. Aunque en el interín se mueran, qué importa. Un olor a naftalina con guardado recorre todo el recinto. Sillas de ruedas, bastones y andaderos son las piernas que nunca fallarán. Realicé un paneo buscando a mi mamá por esas salas sofocantes y viciadas a resignación. Más fácil buscar por su bolsón verde, hay miles de cabecitas de algodón. Ésta es una mirada al futuro y comparo cuál pinta tendré cuando llegue a 80 años, sí es que llego.
Hay un anciano que se levanta su mirada al techo y mueve su cabeza de un lado a otro rápidamente. Como si escuchara Jazz.
Seven Steps to Heaven de
Miles me viene a la cabeza. Mueve sus manos tan rápido, veo sus dedos que golpean la orilla de la silla... hey realiza muy bien la percusión, parece que ambos oímos la misma canción. Hasta yo muevo la cabeza. Qué puntuales sus movimientos hasta el tiempo es puntual. Me voy a leer mi libro, algo me advierte que no es normal tal precisión. Reacciono de mi lectura y regreso hasta donde estaba, lo veo. Ah caray, tiene Parkinson. No sé si reirme. Sonriamos al menos.
Andar con un libro por esos valles con olor a aspirina, sangre y alcohol es como tener una etiqueta de "No me chinguen, me instruyo, Puto ignorante". Nadie se te acerca. Sos tan mortal como un policía con su macana. Ni ellos se te acercan.
La espera en el CAMIP es muy instructiva. Si tenés una emergencia, tenés que llegar a las 7 am para atenderte a las 1:30 0 2 pm, depende del humor de la enfermera-secretaria-mal-cogida. Con esa pérdida de un día entero más vale que llevés algún libro. Para el viernes de dolores pasado que estuve desde las 6:30 hasta las 16:30, terminé uno. Llevaba 100 páginas de A Sangre Fría de Capote y terminé las 433pp. Entre la clínica y la farmacia me leí 333 páginas. Me alegré mucho.
Tengo que ir dos veces por semana para llevar a mi mamá y ahora agarré Rayuela de Cortázar para revisitarlo. Trabajo fijo no tengo por el momento. Cuando andás con un libro te ven raro. Los viejos instruídos y bien vestidos al menos te respetan pero entre labios dicen: No es marero. Porque si llevara
Muerto Diario, sería un chapín imbécil y no digamos si llevo otro periódico; con cualquiera. Hasta te interrumpen.... Joven -me dice, tan chula la señora- ¿Él es bien complicado de leer, verdad? -refiriéndose a Julio-. Un poco, le digo este libro funciona saltándose capítulos le digo, -se interesa- Qué bonito, me contesta. Es que fíjese que un día intenté y no lo entendí. Preferí las lecturas de Isabel Allende y Paulo Coelho, son más bonitas pero con él si me trabe. A mi hija le gusta leer libros de él también. ¿Así? -le dije-. Sí, ella estudia comunicación. ¿De verdad? y me llevé la mano a la barbilla rascándomela... Bueno jovencito lo dejo, que disfrute su libro. Gracias le contesté.
Llego al capítulo 16 y Grego... Greogorius... ah... TU MADRE... Intenta conquistarse a la Maga y la cuata le cuenta cuando un negro la violó. El Grego sale huyendo no sin antes analizarle la relación con e
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l Horacio. Horacio -le dice- es patológicamente sensible al mundo que le rodea... Más brevemente le Duele el Mundo, le contesta el Gregorovius... puta, al fin pero tuve que leerlo. En mi angar de recuerdos malditos tengo un par de violadas. Greg, para no hacernos bolas, le dice sin anestecia, que es mercadería dañada. Puuuchis. Mejor sigo.
Leo el capítulo 20 riéndome y con cierta tensión. Horacio sos un puto genial. Maga estás fuera de lugar pero sé porqué te admiran. La discusión en ese capítulo es intenso. Julio ni se mete y deja que los personajes se escupan y se tiren besos. La Maga le recrimina y Horacio se lava las manos genialmente. Recuerdan cuando se conocieron y que la química se hizo cargo de la relación aunque intelectualmente la pareja no congenia. Entre lágrimas la Maga le dice:
A mí me pareció que yo podía protegerte. No digas nada. En seguida me dí cuenta que no me necesitabas. Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para tocar sonatas. Era así, un piano y un violín que nunca se encuentran. Allí me dí cuenta que son preciosas las sonatas. Y el Horacio le contesta con una sonrisa -
Precioso lo que decís. Yo solté una carcajada allí solito como un idiota. Horacio sos un grandísimo hijueputa, dije a mis adentros.
Fuimos al CAMIP para que le repusieran una receta a la que le escribieron mal un número. Perdidas tres horas llega mi madre y me encuentra feliz aunque ella, no tanto. -Vamonós a la policlínica -dijo encolerizada- (Otro IGSS que queda en la zona 1 y a 5 de donde estábamos) para que me den la otra medicina. No me pudieron hacer la receta porque el doctor tiene "una emergencia" y allí estaba el hijueputa. Vamonós pues, le digo -A la puta a seguir esperando, dije a mis adentros. Qué gente más inepta.