viernes, 15 de enero de 2010

CRÓNICA DE UN FINAL INTENSO


Siempre lo supo. Ella era. Desde que la tomó de sus manos. Mientras caminaban para ningún lugar agarrados de las manos. Con los dedos entrelazados, él apretaba los dedos de ella. Ella se quejaba con una mirada tierna y después le devolvía el apretón. Él sonreía y encantado que le siguiera la corriente. Él se quejó también, se dolió, frunció el ceño, y volvió a apretarla mientras caminaban. Ella se le puso enfrente y le susurró con ternura: -Me duele- y con los labios entreabiertos le besó el cuello por un par de segundos. Él la abrazó fuertemente para enseñarle que en un abrazo existe el amor real. Y luego buscó sus labios. Ambos se fundieron. Él olía su perfume. Saboreaba su saliva que como elixir y la bebía desesperadamente. Suspiros y suspiros. Él recorría su espalda con sus manos y la cargaba. Ella sobre sus puntas de los pies, jugaba con su cabello y acariciaba sus mejías mientras se perdía en otro universo. El mundo dejó de existir por primera vez.

Pero eso se borró en un microsegundo. Ella poseída por tanta recriminación, culpa y furia, tiraba todo por la ventana. Como si no valiera absolutamente nada. Ya no quería saber nada de la relación. Él intentaba y peleó en el último momento. Quería saber porqué diablos ella no salía de aquel ostracismo o trauma que se veía a leguas y que no le impedía entregarse totalmente. Él siguió cuestionando, interrogando, puro detective con pistola en mano. Ella se negaba a contestar. -Estoy en mi derecho de no decir nada- dijo como si estuvieran en una oficina cerrada con varios detectives mirándola. Él siguió provocando, no entendía su comportamiento retraído. Le extrañaba que un cumplido le pareciera incómodo. Recordó cuando ella había sacado buenas notas en clases de arte, psicología y literatura y siempre le decía que era muy inteligente, que debería dejar ingeniería y estudiar algo que a ella le gustara. Intentó persuadirla que su llamado era otro. Pero ella se negó, quería ser ingeniera cuando ya varios catedráticos le decían que se dedicara a otra cosa. Una vez se lo dijeron frente a él. Sólo pudo apretar el puño mientras ella lloraba.

-Ya me harté que siempre me preguntés qué me pasa. -Yo también, porque intento entenderte y quiero saber qué te detiene. ¿Porqué sos tan sumisa?, ¿Porqué diablos no querés tener sexo?... ¿Porqué?... La bomba cayó. ¡PORQUE ME VIOLARON!... Él vio como de su ojo caía una lágrima de odio; nunca había visto nada igual. Ella temblaba. Y es que toda su vida la había definido por un acto violento. Él ya no dijo nada. El corazón se le rompió y dos terremotos ocurrieron en Japón. La vio e intentó abrazarla pero se quedó paralizado. Ella siguió alegando y lo alejó inclinándose para tras y escondiéndose en en su pelo. Le reclamó su insistencia, su necedad y sus ganas de joder. Él entendió muchas cosas. Su baja autoestima, sus miradas cabizbajas, su repulsión al sexo. Y aquella excusa que hasta que se casaran tendría sexo, fue una gran tomadura de pelo. Vámonos de aquí, dijo ella. Se levantaron de la mesa y pagaron. Después él intentó buscar en la palma de su mano aquel calor y ternura que siempre le transmitia cuando la quería más que a nadie. Su palma fría. Ella tenía la mirada en el piso. Él la soltó y se fue. Ella también hizo lo mismo. Jamás volvieron a verse.

2 comentarios:

Prado dijo...

siento algo clavado en el lado izquierdo del pecho. merde.

Issa dijo...

Fuerte Pero real historia... Los traumas del pasado ahogan los momentos del presente... Los que podrían ser buenos... :(